Cuando mis hijos estaban en edad escolar, el personal docente de la escuela siempre me invitaba a los actos que con ocasión de celebrar el día del padre, organizaban en la escuela lo que no era, para mí, ninguna satisfacción pues en lugar de hablar del papel tan importante que un padre desempeña en el hogar, se desgastaban en numerosos discursos señalando la irresponsabilidad de los padres que eran los causantes de que tantos hijos descarriados se convirtieran en un azote para la sociedad. Al principio yo pensé que esa mención a la irresponsabilidad de algunos padres, que debiera entenderse como ausencia de paternidad, sería de una sola ocasión, pero no fue así.

Una vez protesté por ese trato, mencionando que para el día de la madre sólo se hacía referencia al amor y sacrificio demostrado por muchas madres y que han convertido la maternidad en uno de los valores más sagrados del ser humano, olvidando que también existen madres irresponsables, con lo que recibí rechiflas de las madres y maestras asistentes.

De más está decir que nunca más asistí a uno de esos actos, con lo que hice quedar mal a mis hijos y después a mis nietas.

Pero hoy en la mañana, escuché en la radio la canción de Antonio Aguilar “Que falta me hace mi padre” y no pude contener una lágrima que resbaló sobre mis mejillas de anciano.

Yo tuve la suerte, que muchos han tenido de tener un padre muy especial, no niego que en mi niñez a veces me parecía tiránico, pero con todo, él me enseñó muchas de las habilidades que en la vida adulta me han ayudado a sobrevivir, puedo decir que en mis sesenta años de vida laboral, más de las terceras partes de ella las he dedicado a labores aprendidas de mi padre. Y posiblemente sólo una tercera parte del tiempo lo he dedicado a labores propias de mis aprendizajes en la universidad y en otros centros de estudios.

Para empezar, me costeé mis estudios trabajando como carpintero y en otras ocasiones  me he desempeñado como dibujante y pintor, como restaurador de antigüedades o poniendo en práctica las habilidades que aprendí de mi padre.

Él me enseñó, a trabajar la madera, el papel, la arcilla, la plata y el cuero y hasta el papel mascado para hacer figuras y objetos decorativos como lámparas u otros adornos.

Podría decir que mi padre me preparó para ser un emprendedor y en eso reside la razón de mi éxito en la vida,  pues al llegar a la década de los setenta, he disfrutado de todo lo que había soñado y aún más pues me sucedieron cosas que no estaban en mi imaginación.

Al rendir un homenaje a la memoria de mi padre, quiero insistir ante los jóvenes que comienzan o que están prontos a ser padres, que recuerden que no es suficiente con ser el proveedor del hogar, a los hijos e hijas hay que darles mucho amor, y hacérselos sentir, pero además hay que prepararlos para el futuro, no sólo dándoles una carrera universitaria, que algunas veces no es suficiente o apropiadas para ganarse la vida en un país como los nuestros en los que año tras año se gradúan miles de profesionales que sólo van a aumentar los índices de desempleo, sin enseñarles a desarrollar una actividad productiva que les permita convertirse en emprendedores o emprendedoras y forjarse su propio destino y el de su familia, en base a sus capacidades.

¡Feliz día del Padre!