El ser humano vive una búsqueda constante de ese algo que nos hace ser especiales… la búsqueda de Dios comenzó desde que el ser humano es ser humano y en esa búsqueda hemos pasado por varias etapas que van desde la simple adoración a los elementos naturales, hasta lo que hoy conocemos como Cristianismo.



En estas etapas hemos dado diferentes imágenes a los dioses que se han adorado y se ha creado toda una constelación de dioses con poderes tan numerosos como nos podamos imaginar. En la actualidad creemos en un solo Dios verdadero que nos ama y nos protege y algunas veces según la imagen que tengamos hasta nos castiga por las faltas que hemos cometido.

Desde que somos niños tenemos una imagen del Dios en el que creemos esta imagen es inculcada en parte por nuestras familias, amigos y la sociedad en que vivimos. Por ejemplo: en una familia donde se cree que todo es pecado, al niño se le inculca la imagen de un Dios enemigo, donde toda y cada una de nuestras acciones es vista como un pecado o como una ofensa contra Dios muchas veces estas imágenes preconcebidas, que creemos reales impiden que podamos ser felices, porque cualquier tipo de felicidad es considerada pecado, o cualquier cosa mala que nos pase lo tomamos como un castigo para algo que creemos haber hecho mal.

Sin embargo, Dios no es así… Dios es como un padre para nosotros y nos quiere por sobre todas las cosas, y su cariño es tan incondicional que nunca podremos hacer nada tan malo como para que él nos deje de querer… Dios es el amor puro, y nos dio la capacidad de amar con todo nuestro corazón, de hacer el bien, de luchar por un mundo mejor, luchar por la justicia y el bien.

El más grande regalo que dio Dios al ser humano es el del libre albedrío, o en otras palabras, la libertad de hacer lo que mejor nos parezca con nuestra vida… También nos regalo el poder de cambiar el mundo, el poder decidir entre amar y odiar... Es como un padre que no nos puede, o no nos quiere decir lo que debemos hacer, pero que estará con nosotros, en las buenas y en las malas.

Nuestra conciencia nos dice lo que esta bien o esta mal, pero nosotros tenemos la libertad de decisión, de palabra y de acto, tenemos la libertad de ser lo que queramos ser, la libertad de elegir entre el bien y el mal, entre el amor y el odio, entre hacer lo correcto y lo incorrecto… pero lo más importante es que hagamos lo que hagamos, él nunca nos juzgará, quien nos juzga es la sociedad en que vivimos… pero nuestros más rígidos jueces somos nosotros mismos, y es curioso este hecho, ya que somos capaces de perdonar a otras personas, pero no somos capaces de perdonar nuestros errores.

Dios no nos hace prisioneros, nosotros somos prisioneros de nuestros temores, resentimientos, odios y traumas… y para eso nos dio también la capacidad de perdonar y de olvidar, tal como él hace con nosotros.

En sí, creo que en la búsqueda de la verdad y de respuestas tendemos a hacernos imágenes de Dios que son inculcadas por la sociedad o por nosotros mismos, pero que en algunos casos no son reales y a causa de esos falsos conceptos nos es difícil lograr la felicidad, lograr ser completamente felices.
Esa felicidad se logra al comprender que Dios es la fuente del más puro amor hacia todo lo que ha creado; pues cuando tenemos la certeza de que alguien nos quiere por sobre todas las cosas, los problemas parecen menores y las malas situaciones pasan más rápido, porque él siempre estará con nosotros.