Hace algunos meses me interesó ver la serie "The Tudors", dentro de todas las inconsistencias históricas de la serie (eso es asunto para otra entrada en el blog), me llamo la atención la historia de Catherine Howard...

Ella era una adolescente de 15 años cuando se caso con un hombre de 48 años que da la casualidad que era el Rey de Inglaterra... y no cualquier rey, sino uno ya famoso por mandar a matar a las reinas consortes...

Aún así, se deslumbro con la idea de ser reina consorte... y acepto un matrimonio por interés... lo que me parece reprobable de esta señorita, no fue que se casara por interés, o por conveniencia... como dice mi padre, todos, a la larga nos casamos por conveniencia, porque nos conviene una persona, porque creemos que va a ser buena con nosotros/as, porque tiene las cualidades que buscamos, o en este caso, porque tenía el poder al que quería acceder... el problema esta en que no respeto el trato... Enrique VIII se caso con ella, la hizo reina, la lleno de alhajas, de dinero, le dio un poder más del que cualquier mujer (inclusive las princesas María e Isabel tenían en ese momento)... pero ella no cumplió su parte, no se comportó como la esposa de un rey, sino como la amante de muchos y desconocidos hombres... y por supuesto, el resultado era el lógico, siendo una esposa que traicionaba a Enrique VIII, fue que le cortaron la cabeza.

La verdad, es que la idea de un matrimonio por conveniencia, para mi, no es lo reprobable... lo reprobable es que, si bien, las personas que se casan por interés, mirán el matrimonio como un negocio, donde se intercambia dinero y poder (u otros beneficios) a cambio de amor?, o en último caso, respeto, compañía... sexo... a la larga uno de los dos (usualmente, no el que busca amor) falta a su palabra y no cumple con su parte del trato...

Como por ejemplo, el caso de cubanos que se casan con extranjeros sólo para poder salir de Cuba, y una vez que se miran fuera, buscan mejores "oportunidades"...

En fin... mi punto es, que negocio es negocio, y amor es amor... Si quieres revolver la cuestión, debes estar claro primero de las consecuencias, pero también, debes estar seguro de que la otra persona cumpla con su palabra... y como ninguna de estas cosas son posibles, es mejor no hacer chacuatoles que te puedan salir caros.